Es un concentrado de México. Tanto costero y montañoso. Una larga
historia. Los restos de civilizaciones antiguas. Una cultura indígena
muy presente. Ciudades coloniales. Y su rica gastronomía.
Esta vez, son los scouts que fueron los principales organizadores.
Una pequeña cadena fue establecida. Gracias a Catherine y Cecile de
haber jugado los eslabones centrales, via email. En el lugar son
Carlos, Gerardo, Guillermo, Erick, Edgar y Sandra, que nos han
recibido. Nos han dado hospedaje, a mi amiga Karine y yo, y descubrir
la ciudad y la región.
Obviamente, hemos sido el centro histórico de Oaxaca. Arquitectura
típica colonial, casas de colores, iglesias en cada esquina, una
pequeña Alliance Française que nos hemos encontrado un poco
al azar, el 14 de julio (Día de la Fiesta Nacional en Francia). A
continuación, hemos visitado Monte Albán, ciudad zapoteca muy bien
conservado, en un promontorio que domina la ciudad de Oaxaca y
rodeado de otras montañas. Más información en Wikipedia.
Hemos probado con alegría la cocina local y recorrido los
pasillos de los mercados cubiertos. Se venden chapulines (que hemos probado para ustedes, ¡es bueno!), la carne
que luego se cuece en el pasillo central, pan, chocolate en todas
sus formas (especialidad de la región), jugos de frutas frescas,
mezcal (primo cercano de tequila), ropa, utensilios, pequeños kitsch recuerdos y, finalmente, todos los que se puede encontrar en un bazar
digno de ese nombre. También hubo la celebración de la
Guelaguetza, que pasa cada año la última semana de julio. Fiesta
que reúne todo lo que el Estado tiene buena en términos de folklore
local: cocina, mezcal, danza, música, artesanías, etc.
Por último, la costa ha demostrado los mismos paisajes que en los
Piratas del Caribe. La costa rocosa está cubierta de una densa
vegetación tropical. Las casas son chozas cubiertas de palmeras y
hamacas en la playa es muy popular. El océano azul es Pacífico en
papel y en apariencia, pero tan peligroso. Las corrientes muy
poderosas y contradictorias que compiten los últimos metros antes de
la playa. Resultado, las olas de más de cinco metros y nos,
probrecitos, nos podemos nadar más sobre las rodillas para evitar
desaparecer para siempre. Es una lástima, porque la temperatura del
agua (y del aire!) exhortó a mucho más!
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